domingo, 13 de março de 2011

El Benfica de Bela Guttman y del gran Eusebio

Dice la leyenda que si la famosa águila "Vitoria" del Benfica da dos vueltas al majestuoso estadio da Luz el conjunto lisboeta saborea el triunfo. Si la mascota lusa no limitara sus actuaciones a los partidos de casa, allá por los años 60, una cosa tendríamos clara: podría haberse cogido una baja por estrés laboral.


Bromas aparte, aquella época dorada del Benfica a principios de los años 60 es siempre recordada como la más exitosa del fútbol luso a nivel de clubes. Dos Copas de Europa y cinco finales del prestigioso torneo son razones suficientes para considerarlo así. No en vano, también a nivel de selecciones, Portugal realizó su mejor actuación en un Mundial con aquel tercer puesto de 1966.
Momentos mágicos que se forjaron alrededor de dos figuras únicas. La primera de ellas, la del histórico entrenador húngaro Béla Guttman. Un adelantado de su época, pionero en aquel 4-2-4 que inició al mando del MTK y que posteriormente tomarían como modelos grandes equipos como la Hungría del 54 o la Naranja Mecánica de los 70.
Tras su llegada en 1958 a tierras lusas y conquistar la liga con el Oporto en su primer año, el Benfica consiguió la jugada maestra de birlar a su eterno rival al genial entrenador. Pronto se demostró el acierto de su fichaje, al ganar el equipo lisboeta el campeonato doméstico en la 59-60. Pero no sería hasta 1961 cuando Guttman y su Benfica acapararan portadas a nivel mundial.
La primera final
Su particular carácter quedó plasmado con la espectacular limpia que hizo a su llegada al estadio da Luz. Guttman enseñó la puerta hasta a 20 jugadores y el Benfica arrancó un nuevo proyecto casi de cero. Basado en futbolistas africanos traídos de las colonias portuguesas de entonces, el Benfica se planta en su primera final europea en 1961 en Berna, donde espera el Barcelona de los Kubala, Luis Suárez, Czibor o Kocsis. La oportunidad de hacer historia ha llegado.
El que más tarde se conocería como Benfica Mozambique FC (por la numerosa presencia de jugadores de ese país) se impuso a los azulgrana por 3-2 en lo que se conocería como "la final de los palos cuadrados". Dos errores del mítico Ramallets y una sucesión de disparos del equipo español que se estrellaron en los palos resultaron decisivos para que el Benfica levantara su primera Copa de Europa. Después de ese partido, los palos dejarían de ser cuadrados.
Caprichos del destino, el Wankdorf Stadium de Berna volvía a ser un escenario trágico para los Zoltan Czibor y Sandor Kocsis. Así lo apuntó éste último al final del partido: "Ahora entiendo lo que pasó en el 54. Este césped está maldito para los húngaros".
Con Europa a sus pies, llega un momento crucial en la historia del club lisboeta. El origen de lo que marcaría la época más gloriosa del equipo luso se encuentra en una barbería de Lisboa, donde Béla Guttman recibe una recomendación de su amigo José Bauer, ex jugador al que entrenó en su época en el Sao Paulo. Ese consejo tiene nombre y apellidos: Eusebio Da Silva.
La Pantera entra en escena
Guttman le hace caso y se va a por ese chaval africano capaz de hacer los 100 metros en 11 segundos. Un portento físico al que le acompañan además unas cualidades técnicas notables. Tras una dura lucha con el Sporting de Lisboa, el Benfica se trae al jugador después de desembolsar 350.000 escudos al Lorenço Marques, su club de procedencia.
Su debut, con tan sólo 18 años, sería una premonición de lo que le esperaba al aficionado del Benfica. En París, durante un amistoso con el Santos de Pelé, Guttman decide darle sus primeros minutos con 3-0 por debajo en el marcador. Ni corto ni perezoso, ese joven fornido de raza negra se estrena con un rapidísimo 'hat-trick' que dejó de piedra al propio Pelé. 'O Rey' reaccionó y marcó dos tantos para que el Santos ganara por 6-3, pero Eusebio ya había dejado su sello.
Con la Pantera llegarían 10 ligas, 5 copas y otra Copa de Europa, título que levantaría en su primer año. Justo un año después de alcanzar la gloria en Berna, el Benfica repetiría sensaciones en Amsterdam. El rival esta vez era el Madrid de Di Stéfano, Puskas y Gento. Partido duro y complicado que iba camino de la prórroga con un 3-3 que Eusebio se encargó de romper.
Con un penalti y un tanto de falta puso un inalcanzable 5-3. Especialmente curioso fue ese gol de golpe franco, en el que Eusebio hizo gala de su famosa timidez y conocido respeto por los compañeros. La Pantera pidió, con su amabilidad habitual, a Coluna que le dejara lanzar la falta. "Senhor Mario, ¡déjeme lanzar este tiro de falta para que pueda marcar". Y marcó, ¡vaya que si lo hizo!. Fue la sentencia y la guinda a la segunda Copa de Europa consecutiva.
Ahí terminaría la exitosa etapa de Béla Guttman y la consiguiente sequía europea. El técnico húngaro pidió un aumento de sueldo que recibió como respuesta la rescisión de su contrato. Desafiante, Guttman sentenció: "Sin mí, este equipo nunca más ganará una final europea".
Lo que sonó a broma por el potencial que por entonces garantizaban los Simoes, Coluna, Aguas, Eusebio y cía se convirtió en una auténtica maldición. Llegarían más finales pero no habría más títulos. En el 63 ante el Milan, en el 65 ante el Inter de Luis Suárez, en la 68 contra el United de Charlton y ya más adelante en el 88 ante el PSV y en el 90 nuevamente frente al Milan de Sacchi, además de una final de UEFA. Precisamente en la última final ante los 'rossonero', la expedición al completo del Benfica, aprovechando que la final se jugaba en Viena, visitó el sepulcro de Guttman y realizó una ofrenda floral, esperanzado en anular una predicción que aún pesa como una losa en el club lisboeta. Ni siquiera Eusebio y su Benfica pudieron acabar con ella. Ni ellos ni nadie durante casi ya 50 años.
..artigo retirado do jornal desportivo espanhol "A Marca" no dia 10 de Março de 2011.

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